jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Eres más feliz que una rana?

Era un día soleado, desde donde estaba se podían oír a las cigarras cantar. Me tumbé en una hoja y estiré mis diminutas patas, eché los brazos hacia atrás y me dejé mecer con el movimiento del agua. Un pájaro se quedó mirándome; me asusté y caí al agua. Aproveché para nadar e ir a buscar algún tesoro de esos que echaban los humanos al agua, no sé, quizá alguna cosa dorada y redonda de esas “nomeda” creo que lo llaman, o “moneda”, algo así. Me sumergí hasta el fondo y acaricié con mis patitas el barro. Se me escapó un suspiro y tuve que volver arriba porque se me había acabado el aire. “Si yo fuera un humano -pensé- me dejaría las quejas y aprovecharía un poco más la vida. Se pasan el día renegando por lo que son y suspirando por lo que quieren ser”. Nadé hasta la orilla y me quedé mirando a ver qué mosquito me parecía más apetecible. “Les faltan sueños y les sobran pesadillas. Necesitan mirar el cielo un poco más, fijarse en la belleza de lo que tienen alrededor; y no puede haber nada más bello que observar las estrellas”. Ese era el momento, alargué mi lengua y me cogí un sabroso mosquito, me lo tragué con gusto y me fui saltando felizmente hacia mi prometida. La miré, me miró, y no pude sentirme más gozoso por haber sido rana y no príncipe.