martes, 1 de abril de 2014

La chispa del dolor

Éramos tan jóvenes que una chispa bastó para encendernos. Éramos tan ciegos que no vimos el incendio hasta que nos estábamos ahogando. Éramos tan románticos que creímos que aquello era amor del verdadero, del que duele.
Un día me desperté y ya no estaba. No la busqué. Hice la cama con cariño, oliendo lo que quedaba de su perfume. A los dos días volvió, noté cómo su cuerpo volvía a reposar en esa cama que me parecía tan fría. Esa mañana no nos saludamos, nos bastó una mirada para saber lo que había pasado. Desayunamos  tostadas y una taza de melancolía antes de despedirnos para siempre. Aquella vez fui yo el que se marchó, sentí en cada fibra de mi alma que debía hacerlo.
Los amores que queman enganchan, te enloquecen. Y solo los locos son felices con esa vida. Yo la quería, os lo juro, pero una noche en aquella cama vacía fue suficiente para entender que nunca podríamos llegar a ser sin doler.