martes, 21 de febrero de 2017

Drogadicción amorosa

Son nuestras pasiones las que nos llevan a hacer las cosas más grandiosas de nuestra vida. No hay nada más hermoso que un cuerpo que se mece al compás de una pasión sin saber por qué está ahí ni qué la origina. Pero sigue bailando. Y hace bien. Porque son pocas veces las que nos vemos sobrellevados por fuerzas más poderosas que nosotros en nuestras vidas. Y actuamos, sin pensar lo que vendrá. Lo llamamos vivir, y compadecemos a las pobres almas que nunca han pecado por dejarse llevar. Las historias de amor más grandes se han escrito por un corazón dolorido o lleno de júbilo. En cambio, ¿cuándo es demasiado? ¿Cuándo hay que decir basta y poner límite a un amor que nos está entorpeciendo la vida? En realidad me pregunto si es posible hacer tal cosa: destruir una conexión que no has decidido crear tú y que se agarra como una lapa a tu alma. Hace poco leí un artículo sobre los elementos químicos que hacen que el amor se origine en nuestro cuerpo, lo catalogaban como una droga: una hormona que creaba adicción a una persona y que se eliminaba con la abstinencia de esta. Mismo método que el alcoholismo, distintos sujetos. Sinceramente, no sé si creerlo, tengo algunas experiencias personales que me llevan a pensar que no es así. ¿Desintoxicarse puede llevar años a un alcohólico? Puede. Dicen que uno nunca deja de serlo. Entonces supongo que pasará igual con las personas. Da igual si científicamente el amor se acaba a los 4 años, si la droga es lo suficientemente buena, nunca dejaremos de ser adictos a esa persona. Lo bueno que tenemos los humanos es que siempre podemos reemplazar una persona con otra, y si tenemos suerte, la mierda que pillemos esta vez será mucho más fuerte y placentera. Supongo que al final me acabará gustando esto de ser una junkie amorosa.