viernes, 9 de mayo de 2014

24 minutos y medio

Fue un instante lo que tardé en fijarme en él. Era menudo y frágil. Atractivo y perturbador. Me quedé mirándolo. Él con sus rastas y yo con las uñas recién pintadas. Se dio cuenta y me devolvió la mirada. Fue uno de esos combates de los que sabes que no va a salir ningún ganador, pero que atraen tanto como asustan. Entonces una gota de lluvia me cayó en la mejilla, y después otra. Rápidamente una cortina de lluvia fue cayendo sobre la ciudad. Y allí estábamos nosotros. Dos desconocidos que no querían aceptar que no se verían nunca jamás.

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