viernes, 13 de diciembre de 2013

Lo que pasa después de una ruptura

Mi corazón lo deseaba con tal fuerza que ni el razonamiento más sensato de mi mente hubiera cambiado ese sentimiento.

El aire me azotaba sin ningún miramiento, obligando a mis ojos a que derramasen pequeñas lágrimas, pero a mí no me importaba. Lo único que quería era sentir algo que me hiciera olvidar la pena de mi corazón.
Las horas pasaban lentamente, haciendo que cada segundo significase una eternidad, que cada minuto fuera infinito.

No quería preguntarme cómo había llegado a esa situación, ya tenía suficiente con saber que había sido la causante. Solo quería saber cómo salir de ella, cómo explicarle a esa persona que lo necesitaba, que añoraba cómo me miraba de soslayo cuando yo estaba soñando con el paisaje, su mano cálida junto a la mía siempre fría, sus gritos raros que siempre me hacían reír, su voz preocupándose por mí, su brazo izquierdo por debajo de la almohada y su otro brazo acunándone. Sus besos infinitos que sabían a gloria, su puta obsesión por la cebolla.

La vida es impredecible, las situaciones pueden llegar a virar 180 grados de un momento para otro. Pero si dentro de tu corazón sabes que todo ha valido la pena... cualquier sufrimiento está  justificado. Si es así, el dolor se hace más llevadero, no se marcha, pero adquiere un sentido.
Y en esta vida, un sentido es lo máximo que se le puede pedir al destino.

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